Textos






ALFONSO DE LA TORRE: LAS JOYAS TERRIBLES DE JUAN LUIS ESTÉVEZ

JESÚS MARÍA CASTAÑO: EL LOGRO DE UN SUEÑO
MIGUEL TUGORES: J.L.E., EL ESCULTOR
JAVIER RUBIO NOMBLOT: LAS CRIATURAS METÁLICAS DE JUAN LUIS ESTÉVEZ (2001)


SELECCIÓN DE TEXTOS CRÍTICOS



RAMÓN PERNAS: JUAN LUIS ESTÉVEZ-BAILAR EL AIRE (2001)

ENTREVISTA A JUAN LUIS ESTÉVEZ: “ARTE Y CULTURA” (1992)
DOCUMENTACIÓN
EXPOSICIONES INDIVIDUALES Y COLECTIVAS






ESTEVEZ, OTRA VUELTA DE TUERCA

Le pido prestado a Henry James el titulo de su novela para introducir estas párvulas líneas en torno a la oferta escultórica de Juan Luis Estévez que he visto evolucionar en su recorrido por la luz atrapada, hasta detenerse en este barroquismo ecléctico y angular, en una nueva vuelta de tuerca de un tornillo sin fin.
Son esculturas pintadas con un cromatismo que evoca la feliz patria de la infancia, otra vuelta en la espiral continua de la tarea creadora de Estévez en su universo esencial que conjuga los colores con las letanías de los materiales que oxida el tiempo.
Son tempestades sosegadas, torpes aguaceros para velar/desvelar las tardes prologando la luz que se cuela por todos los vericuetos de la materia.
Un catalogo solo es una frase en el discurso de la creación, el muestrario del buhonero que viaja con sus creaciones por los paisajes fértiles de la imaginación.
Pasen y vean, admiren y sorpréndanse porque ante ustedes tienen la consecuencia de una búsqueda, el esfuerzo del artista, el trabajo que recorre los caminos de la excelencia.
Desde “Ámbito Cultural”, desde la cercanía y la proximidad sigo la obra de Estévez cabalgando los días y los meses, los años... sigo en atropelladas conversaciones donde cabe la invención del mundo y en donde siempre es el primer día de la creación.
Y así en este decorado cotidiano de una amistad que se fraguó a golpe de las intervenciones contadas por Arcos sucesivos, fui descubriendo el buen hacer escultórico de Juan Luis, las vueltas de tuerca del artista y de la vida.

RAMÓN PERNAS
DIRECTOR DE “ÁMBITO CULTURAL” DE “EL CORTE INGLÉS”


JUAN LUIS ESTÉVEZ: PRESENTACIÓN

No intentaré justificar con palabras, lo que por sí mismas no puedan explicar estas piezas. Se ha repetido que la obra de arte lo es o no, en función de la capacidad de transcender a ella misma, del símbolo que represente en el tiempo, del poder de su imagen, de la fuerza que represente, de la espiritualidad de la que esté imbuida, de su misterio. El artista es el medio por el que la obra se abre camino. El resto se le escapa de las manos. La percepción individual es independiente de la intención o explicación dada. El espectador termina la obra, solo así se cierra el círculo. Puedo, sin embargo, intentar aclarar el procedimiento por el cual finalmente llegan a término las esculturas que aquí presento. En el proceso de creación hay diferenciadas dos vías contrapuestas: una es libre, parte de modos automáticos del dibujo a mano alzada, del emborronamiento sin compromiso, de la búsqueda de la forma y la composición en el placer estético. Esos bocetos embrionarios, si cumplen ciertos requisitos de viabilidad, pasarán posteriormente a la otra parte, donde el proceso es técnico, frío, si se quiere, donde la prioridad es que la pieza se sustente, aguante su peso, se mantenga en pie, funcione físicamente. El proceso puede repetirse nuevamente, cuando el color o el acabado intervienen. Es el tránsito de lo inconsciente a lo consciente, de la imaginación a la realidad, de lo físico a lo metafísico. Es una suerte de corriente alterna donde se produce la síntesis, que desemboca en la idea y su reflejo.
Valgan estas breves líneas para expresar mi más sincero agradecimiento a todos Los que con su apoyo, amistad y profesionalidad, han hecho posible que esta exposición de pequeñas piezas, pueda ser vista y espero, disfrutada.
No puedo olvidar por último, gracias a las intervenciones de ARCO, el privilegio que supone el contacto con maestros del panorama actual, que de una manera u otra van dejando su huella tanto humana como artística en mí.

ALFONSO DE LA TORRE


LAS JOYAS TERRIBLES DE JUAN LUIS ESTÉVEZ


Romeo corrió hacia el brasero y sacó de las llamas un hilo de amianto, cuyo cabo sobresalía por el reborde del recipiente metálico. A lo largo de este cordón incombustible había colgados varios carbones encendidos que, tallados como si fueran piedras preciosas y completamente enrojecidos por la incandescencia, parecían deslumbrantes rubíes. Cuando regresó al primer plano del escenario, Romeo colgó la extraña joya alrededor del cuello de Julieta, cuya piel soportó sin ningún sobresalto el contacto ardiente de las joyas terribles.

Raymond Roussel en el Diccionario Abreviado del Surrealismo1, Paris, 1938

Los paisajes cibernéticos de Ray Bradbury o las desoladas extensiones de Dino Buzzatti, son dos de las imágenes literarias que, sustanciadas en lo plástico, acuden a mi imaginario al contemplar las veintiocho esculturas que, concebidas por Juan Luis Estévez (Madrid, 1960) entre 2009 y 2010, se presentan esta primavera en Madrid.     Veintiocho obras concebidas al modo de metáforas llegadas desde un mundo singular en el que, obvio es decirlo, pueden referirse dos triunfos: el de una clarividente imaginación en lugar prioritario mas, también, y quizás por ende, el del quehacer infatigable del creador.   Inventor de una utopía escultórica portentosa surgida desde eso que en el arte se conoce como imaginación activa, y que, por cierto, no excluye jamás en el caso que nos ocupa la fe en el trabajo creativo.  Una fe casi mística, obsesiva como corresponde a aquella conocida máxima de que no hay arte sin obsesión[2] y que ha llevado a Estévez a realizar su particular travesía del desierto, recordando de nuevo a Buzzatti, y a hallarse con frecuencia enfrascado en su estudio, inmerso en la soledad de un trabajo que considerándolo a veces a extinguir empero siente es también, como sucede a cualquier creador de verdadera estirpe, su auténtica plenitud vital, su verdadero triunfo personal.  Soledad sonora sacudida por los golpes metálicos, música callada ahumada por la llama cegadora del oxiacetileno.
Su crecimiento como artista lleva un recorrido que podemos decir es clásico y que está marcado por su convencimiento de ser artista desde siempre, desde sus primeros recuerdos de infancia con un lápiz de color en la mano.   Estévez realizó estudios de escultura en la Escuela de Artes y Oficios de la madrileña calle de La Palma[3] para, a su término, viajar a Florencia, donde aprobaría los complejos exámenes de ingreso de la Accademia delle Belle Arti de esa ciudad.   Superado este reto, vivido como un auténtico tour de force personal, a su retorno a Madrid retomará ya un trabajo independiente, tanto en talleres de escultura de piedra como de fundición en donde en los efervescentes años ochenta, además de conocer muy a fondo las técnicas



[1] André Breton y Paul Eluard, “Dictionnaire abregé du surréalisme”, Galerie Beaux Arts, Paris, 1938.  Edición española de Ediciones Siruela, Madrid, 2003, p. 159
                                                                                                                                      
[2] Es sabido que la cita es de Cesare Pavese.

[3] Entre sus profesores, César Montaña y Máximo de Pablos.

escultóricas, tomará contacto, entre otros artistas, con creadores como Eva Lootz o Juan Muñoz.   Quizás de este encuentro surgieran algunas singulares piezas escultóricas hechas de mármol, con un cierto aspecto de “blandas”, al modo de congeladas vísceras de mármol de Italia, opalino, tal su “Ensayo orgánico” (1985).
En este punto, citando artistas, hay que recordar que su colaboración ha sido fundamental dentro del programa de intervenciones artísticas que este firmante comisaría desde hace siete años para “El Corte Inglés-Ámbito Cultural” y ARCO[4].    Estévez, artista, ha estado muy en contacto con una verdadera pléyade de nuestros creadores contemporáneos, más de una veintena, que han colaborado con este programa.     Su comprensión del mundo artístico, de la siempre intrincada personalidad del artista, su primor en el quehacer y su talla, también, de artista han sido claves para el reconocimiento generalizado de un programa por el que han pasado ya creadores, por citar ejemplos, de la talla de Arroyo, Broto, Carmen Calvo, Chirino, Miquel Navarro, Sinaga, Susana Solano, Torner o Sicilia.    Algunos de ellos ilustres escultores, con todos ellos ha colaborado Estévez en la puesta en pie de sus intervenciones, aportando su mucho saber en lo artístico.

Tomo, casi al azar, uno de los relatos de Bradbury: “El desierto”, y leo: “un escenario qué no era terrestre.  El suelo era de un raro color violeta, y la hierba de un rojizo pálido, y el cielo brillaba como un diamante gris, y un extraño árbol torcido crecía a un costado, como una vieja con cristales en la cabeza canosa”.   Bien, pues este mundo casi surreal, que en Bradbury está poblado por intrincadas imágenes que, con un deje melancólico, por lo general refieren un tiempo pasado y feliz, es el que evoco cuando me enfrento a la contemplación del raro y sugestivo paisaje escultórico, delirante a veces, de Juan Luis Estévez.   
Escribo “paisajes”, para observar la agrupación de elementos tridimensionales que aborda el trabajo creativo de Estévez, elevados sobre el plano con plenitud, casi al modo de una narración plástica, pero otrora también podríamos referir “personajes” cuando dichos elementos, rememorando en ciertos momentos el aire surreal de las esculturas de Alberto Sánchez o Ángel Ferrant, toman un aspecto de esencia individual.  Unicidad de elementos erigidos en el espacio gozando de un extraordinario vigor corpóreo, criaturas émulas de reptiles o peces, tal vez animales.  En todo caso seres pobladores de un extraño universo metálico, mundo imaginario a lo Verne recordatorio quizás de las aguas obscurísimas, profundas, de allende la piel del mar.   Todo lo anterior nos permite aproximarnos a la comprensión del trabajo escultórico de Estévez que, en lo material, surge de chapas de acero recortadas que son pacientemente ensambladas en su estudio mediante procesos de soldado.  En esta misma publicación Juan Luis explica lo complejo de un proceso que, al



[4] Veintiséis artistas que han participado en las intervenciones desde 2006: Chema Alvargonzález 2006; José Ramón Amondarain 2007; Eduardo Arroyo 2007; José Manuel Ballester 2006; José Manuel Broto 2006; Daniel Canogar 2010; Martin Chirino 2010; Diana Larrea 2010; Eva Lootz 2008; César Manrique 1963-2005; Alicia Martín 2006; Manuel Millares 1963-2005; Felicidad Moreno 2007; Miquel Navarro 2010; Javier Pérez 2008; Manuel Rivera 1963-2005; Gerardo Rueda 1963-2005; Eusebio Sempere 1963-2005; Pablo Serrano 1963-2005; Soledad Sevilla 2006; José María Sicilia 2008; Fernando Sinaga 2009; Susana Solano 2009; Gustavo Torner 2009; Daniel Verbis 2007 y Tim White-Sobieski 2008.   A ellos hay que sumar, este 2011, la presencia de Miguel Ángel Blanco, Carmen Calvo y Darío Villalba.   Puede decirse que las intervenciones realizadas por esa casi treintena de creadores, ha supuesto un amplio recorrido por lo más destacado del arte de nuestro tiempo.

final, parece haber brotado sin esfuerzo, con naturalidad.   Algo que él define, con acierto, como “una suerte de corriente alterna donde se produce la síntesis”, camino de ida y vuelta entra la idea y su reflejo[5.]  
El acero, uno de los materiales surgidos desde la escultura de nuestro tiempo, con una fuerte raigambre en Gran Bretaña[6], es un material capital para la escultura de nuestro tiempo y que, como señalara Anthony Caro, uno de sus adalides, es “fuerte pero flexible: te permite hacer prácticamente cualquier cosa”[7].
A dichos elementos de acero soldados puede incorporar, en ocasiones, pequeños elementos brillantes.  Quizás sean esferas o piedras incrustadas, tal vez elementos minerales que al modo de “objetos hallados” o “esculturas intactas”, otrora desgastados fragmentos de ladrillos hallados al borde del mar y convertidos en, preciosa sí, piedra redondeada[8] (de nuevo el recuerdo de Ferrant).   Inserción de guijarros o vidrios que, al modo de elementos preciosos, conviven con el conjunto metálico, componiendo un delicioso y extraño mundo en el que la palidez de la pátina, su aspecto de “tiempo”, se entremezcla con destellos luminosos, evocadores de extraños faros o planetas iridiscentes, criaturas metálicas, chamanes[9], recordando las “viejas con cristales” que señalara Bradbury.   Este es el punto que explica la cita al comienzo, tan hermosa, de Raymond Roussel, de carbones incandescentes engarzados cual joyas en el cuello de Julieta.   Ese era también el “aire de orfebrería” que subrayara con tino Javier Rubio Nomblot, quien escribiera en 2001 sentirse “entusiasmado” ante el trabajo de Estévez[10] y la evolución de su quehacer: “a veces tienen aspecto de joyas estas obras, con sus relucientes piedras preciosas, sus delgados filamentos y su colorido-, la escultura y la pintura; híbridos de insectos y circuitos electrónicos; jeroglíficos de bulto redondo que, en ocasiones (...) hablan del universo de signos de ‘Calder, Julio González, Miró o Kandinsky’”(...)”[11].



[5] Juan Luis Estévez escribe, páginas antes, sobre su proceso de trabajo: “En el proceso de creación hay diferenciadas dos vías contrapuestas: una es libre, parte de modos automáticos del dibujo a mano alzada, del emborronamiento sin compromiso, de la búsqueda de la forma y la composición en el placer estético. Esos bocetos embrionarios, si cumplen ciertos requisitos de viabilidad, pasarán posteriormente  a la otra parte, donde el proceso es técnico, frío, si se quiere, donde la prioridad es que la pieza se sustente, aguante su peso, se mantenga en pie, funcione físicamente. El proceso puede repetirse nuevamente, cuando el color o el acabado intervienen. Es el tránsito de lo inconsciente a lo consciente, de la imaginación a la realidad, de lo físico a lo metafísico. Es una suerte de corriente alterna donde se produce la síntesis, que desemboca en la idea y su reflejo”.

[6] La presencia de Caro en Londres en a St. Martin’s School of Art, desde los años cincuenta (1953-1981), formó diversas generaciones de lo que podríamos llamar “artistas del acero” (David Annesley, Michael Bolus, David Evison, Peter Hide, Phillip King, Tim Scott, William Tucker o Isaac Witkin).

[7] Citado por Tim Marlow: “Visiones de acero, hierro e ironía: aspectos de la escultura británica de postguerra”, “Forjar el espacio”, CAAM, Las Palmas de Gran Canaria, 1999, p. 139

[8] Los términos son de Ángel Ferrant, ver carta de éste a Víctor Imbert, fechada en enero de 1946.  En Archivo Ángel Ferrant, Museo Patio Herreriano, Valladolid.

[9] “Metamorfosis chamánica” es, precisamente, el título de una de sus esculturas con piedras y cristales.

[10] Javier Rubio Nomblot, “Las criaturas metálicas de Juan Luis Estévez”, “El Punto de las Artes”, Madrid, 18-24/V/2001, p. 9

[11] Ibíd.El material básico es el latón, moldeado y pintado, aunque a las diversas piezas de este metal que conforman el cuerpo de la escultura –y ocultan tal vez su mecanismo- vienen a sumarse muchas otras: finos tentáculos de alambre que terminan en una pequeña bola coloreada, alguna piedra, madera, tallos en espiral de papel maché o algún material similar... Sobre cada una de estas piezas, complicados diagramas, exquisitos dibujos a plumilla, colores alegres y transparentes, signos y alguna joya engarzada... En ocasiones parecen insectos imaginarios, otras asoma la cola de un pez o de un reptil, el pico de un pájaro; son monstruos marinos, máquinas, tótems o, simplemente, criaturas delirantes surgidas de la imaginación y la memoria que nos trasladan a otra dimensión, próxima sin duda a la que exploran los surrealistas”.


 Orfebres que han acompañado, casi desde el medioevo la historia de la humanidad.  Pacientes escultores orfebres, ensambladores del metal con materiales ajenos a éste, tal costureros armados de poderosas cizallas, cosidos de soldaduras ensambladoras y cuentas...   Al cabo, son dos formas, escultura y orfebrería de inventar un ritual del arte de una excepcional calidad: espadas y bandejas, rejas o pasamanos, coronas y joyas…Orfebres artistas, tal fueran Gargallo o González, ambos mirando de soslayo la ferronería de Gaudí.   También, en este punto, hay que recordar al arte africano, aquel que deslumbrara a los cubistas y, en especial, a Picasso.   Estévez parece también recordar este arte cuando funda una gran escultura en hierro, “Flor de invierno” (1985), que conserva, sin embargo, un cierto aire lígneo, de jungeriana ceniza del tiempo y que hace recordar a las escalas africanas.  También, cómo no, a ese otro maestro del volumen contemporáneo que fue Constantin Brancusi, y su tendencia a sumar en el espacio su esbelta tridimensionalidad que mira a los planetas, muy en la línea de ciertas piezas delgadas de Estévez.
El trabajo con el metal, tal como lo concibe Estévez, es un trabajo paciente, de primor, no muy lejano de aquellas afirmaciones que tanto me gustan, de Frantisek Kupka,  y que hacen rememorar, cuando referimos este trabajo, con los bordados, concebidas así las esculturas de acero con esa suerte de costura del metal: “Preferimos el hierro forjado a la fundición (…).  Un bordado, un encaje hecho a mano, nos dicen algo, mientras que el mismo objeto fabricado en serie permanece mudo.   El trabajo hecho a mano genera una especie de pátina del espíritu dejada por el artesano sobre los objetos que manufactura.   Las irregularidades, los pequeños defectos, atraen la mirada, la incitan a emprender una especie de viaje de descubrimiento, siempre diferente, en el curso del cual se anuda, entre nosotros y los objetos que manipulamos, un vínculo misterioso”[12].   Viene también ahora al caso, mencionando el fino quehacer con metal y piedra, componiendo un bello trabajo de abstracta orfebrería contemporánea, el quehacer de Manuel Capdevila y su esencial “Corona de santidad para un mártir muerto en un campo de concentración”[13], uno de esos bellos objetos, como tantos de los suyos, de luz mística, hechos joya con la nada y que son evocadores del trabajo de Juan Luis.
 Incorporación de extraños elementos en la escultura de hierro, que a veces, como en la divertida pieza “Lux Dator”, le otorga a ésta un aire de pájaro nocturno, búho rojizo extraviado entre el bosque.   Y, en este punto, refiriéndonos al amor por la piedra, por los minerales, de Estévez, recordaríamos las palabras de Perceval hacia el escultor Oteiza, cuando citara la silente poesía de los cantos rodados[14], y sus secretos, que aquel ha utilizado frecuentemente no sólo para materia de escultura, o para elemento titilante en las piezas metálicas, sino también, incluso, como pétreo soporte pictórico en el que pintar con la paciencia del amanuense de códigos medievales.



[12] Frantisek Kupka, “La création dans les arts plastiques”, 1923-1989, Editions Cercle d’Art, Colection Diagonales, Paris, 1989.  Citado  por Serge Fauchereau en “Forjar el espacio”, op. cit. p. 37

[13] Presentado en el Undécimo Salón de los Once (1954) se presentaban obras de artistas de lo que d’Ors llamaba personalidad independiente, entre los que estaba la pieza de Capdevila.

[14] Jesús de Perceval, carta a Oteiza de 8/V/1957.  En archivo del Museo Oteiza.

Como alguna vez se ha ocupado David Smith en subrayar, es muy importante el papel de los pintores en el desarrollo de la escultura moderna.   Así lo confirma la posición de privilegio de Matisse o Picasso en la escultura y también puede explicar la pasión de ciertos pintores-escultores por aplicar pintura a sus esculturas, del que, quizás, el paradigma pudiera ser Degas, pintando los tutús de sus bailarinas.
Este escultor ha seleccionado un material, el acero, el trabajo sobre el metal, lo cual también refiere la singularidad de su quehacer.    Los metales han viajado con la historia de la humanidad, cual un material portentoso, unido a las leyendas desde antiguo.    A las preguntas de los conquistadores sobre los objetos de hierro, los cronistas de Indias observaban cómo los aztecas señalaban el cielo.  Estaban en lo cierto, pues el hierro utilizado por ellos era sólo, más preciado que el oro, el procedente de meteoritos, no conociendo la explotación del hierro terrestre.   De ahí que, incluso en nuestro tiempo, el hierro haya portado siempre ese aspecto mágico, la mención a su secreto origen, remitido por la divinidad.   De ahí que ciertos dioses latinos y griegos porten la mención al hierro en su condición: Hefesto, Vulcano o Tor, herreros africanos, forjadores de las fuerzas telúricas…Objetos rituales de hierro que pueblan las diversas culturas: calderos, cruces, fídulas y joyas, espadas o libros.   La escultura de hierro de nuestro tiempo surge, con singularidad, en el siglo XX y a su estela se suma Estévez.  Frente a la escultura posible de repetir, la procedente de la fundición, la escultura de hierro forjado, en sus distintas modalidades, ofrece una condición ineludible, que le une a la escultura de madera o piedra: su irrepetibilidad.  Manufacturada, a ello debe añadirse otro elemento, su aparente innobleza que le dota de una misteriosa condición frente a materiales tradicionalmente considerados nobles en la escultura: el bronce o minerales tal el mármol. 
En ocasiones en el acabado de las esculturas de Estévez conviven, tanto la aplicación del color, -extendido frecuentemente de modo minucioso, al modo de una alquimia sobre el metal[15], concebido tal una epidermis por la que transpiran sus pinturas[16]-, como las pátinas de óxido que pueden teñir también, uniformemente, sus trabajos tridimensionales.    Ambos procesos, el primero quizás heredero de su dedicación a la pintura, pueden coexistir en una misma época de trabajo.
Los trabajos de Estévez parecen indagar en torno a la búsqueda, cuando no la reflexión, sobre el equilibrio, una búsqueda que a veces pareciere ser planteada de un modo irónico, pareciere precisamente que mostrando las dificultades de lograr el equilibrio de las formas. Ramón Pernas citaba en 2001, con justicia, la danza, al ver sus trabajos escultóricos pues es bien cierto que algunos de los elementos de las esculturas de Estévez tienen algo parecido al danzarín que se erige sobre las puntas, al aire que mueve los cabellos de quien ejecuta un complicado salto a lo Nijinsky[17].  Su obra es capaz de combinar un



[15] Algunas de sus obras portan tal título.

[16] “La pintura (…) es una parte esencial, viene a ser la epidermis por las que transpiran las pinturas”, Juan Luis Estévez, en “Arte y Cultura”, nº 17, Madrid, VII/1992 (con ocasión de su exposición en la galería Dionis Bennassar, JL Estévez Exposición, Madrid, 6-31 Agosto 1992)

[17] “Si la danza es el más armónico de los movimientos, la escultura de ESTÉVEZ es la más armónica de las danzas. Un ballet suspendido desde el penúltimo día de la creación, víspera del descanso de Dios. (...) un ballet conceptual, con primeros bailarines, donde todas y cada una de las piezas son solistas, para una sinfonía inacabada que proclama a muchas voces la libertad”.  Ramón Pernas, “Bailar el aire”, Galería Dionis Bennassar, Madrid, 2001

cierto aire volumétrico con la presencia de formas filiformes, que a veces recuerdan un aire a lo Reg Butler, logrando ambos aspectos un acuerdo gracias a la presencia de una inmensa poesía, invadiéndolo todo.  Recordando así ese permanente vivir entre extremos en el que se sustancia el arte, también la vida.  En una “batalla entre lo real y lo irreal”, escribió Jesús María Castaño[18], entre paisajes y seres fantásticos, se mueve el mundo de Estévez, emulando a veces una suerte de batalla de San Romano, lanzas de varillas calibradas, erigidas o en vertical o bien oblicuas, batalla de un cibernético Uccello. 
Seres fantásticos que a veces parecerían extraídos del horizonte metálico, de esos paisajes férreos y crepusculares que componen los panoramas de sus esculturas, ese escenario que, en palabras de Bradbury, no es, del todo, terrestre.  Un mundo a veces de aspecto maquinista, de fabulosas máquinas inútiles, recordando al buen Sempere[19], quizás de ingenios imposibles a lo Leonardo mas que en lo plástico no olvidan la mironiana luz que, a los que estamos en el mundo del arte,  nos consuela tanto.   Mundo de seres de un extraño aire abisal, criaturas fantásticas asomando su aire esquelético a la faz de un mundo extraño, son las “formas vivas, de quietudes nerviosas, de trascendencias elocuentes” que refiriera el siempre fino escritor que es Ramón Pernas[20].   Seres con aspecto de elevarse entre las ruinas de un mundo periclitado para ofrecer una belleza otra.    Una belleza heredera del mundo mágico -e imperecederamente fértil- de Klee que Estévez llega a rememorar en su “Nueva máquina de gorjear”, máquina que recuerda un Tinguely expectante[21].
O, en palabras del propio artista: “la realidad trasciende al espacio y al tiempo.  La energía transforma el espacio creando la imagen, que revela el espíritu a través de la materia (….) la naturaleza aparece como medio para crear belleza y armonía, pero no como un fin plástico en sí mismo”.  Pues al cabo, concluye Estévez, “el arte es la causa por la que ampliamos nuestros conocimientos más profundos y misteriosos del alma”[22].  Pienso, al retornar de una intensa visita a su estudio, una tarde gélida de febrero, que Estévez ha querido ser siempre un artista puro, vividor tan sólo para su arte, alejado voluntariamente del ruido espantoso del mercado.   Recordándome, mucho, a otro artista de su estirpe Phillippe Hiquily, ambos frecuentadores de la historia del arte a la par que deliberada, declarada y socarronamente marginales.
Es sabido que la aventura de la modernidad, en lo referido a la escultura, tiene en España algunos de sus nombres capitales.   La cita es, casi, ya letanía: González, Picasso, Gargallo, Oteiza o Chillida.    Todos ellos, por cierto, también artistas ensambladores del hierro.   Escultura contemporánea la de Estévez que mira, ya dijimos, siquiera de soslayo, a la historia del arte, a la par que se ubica en su marginalidad, sin obviar jamás el rigor de tres décadas de trabajo.  Es en ese contexto, tan fértil y pródigo en ideas, en el que hay que añadir este nuevo capítulo.  Un capítulo que revela todo su esplendor al



[18] Jesús María Castaño, en el texto escrito sobre Estévez en esta misma publicación: “El logro de un sueño”.

[19] “Maquinaria Inútil” era el título de la intervención que Eusebio Sempere realizó para los escaparates de la calle de Preciados de 1963.

[20] Ramón Pernas, op. cit.

[21] Se refiere Estévez a la conocida como « Twittering Machine (Die Zwitscher-Maschine) »1922. The Museum of Modern Art, MoMA

[22] Juan Luis Estévez, texto para su exposición en el Club Urbis.


 enfrentarnos a tal plenitud de imágenes surreales y mágicas.  Un arte tan onírico y, a la par, tan espectralmente divertido.               

 ALFONSO DE LA TORRE


EL LOGRO DE UN SUEÑO



La rigurosa selección de esculturas en este catálogo de Juan Luis Estévez (Madrid 1960) constituye una gran oportunidad para apreciar la obra de la mano de su protagonista, cuya trayectoria artística se ha volcado en aunar en igual medida la maestría y el dominio del espacio con el conocimiento de la escultura, y que a su vez el hecho artístico produzca fascinación. Creación y realización, estas observaciones están presentes en la obra de Estévez, obra en la que el artista sintetiza la forma hasta el punto de convertirla en belleza. Le preocupa la esencia primaria del objeto y la hace real en su obra transmitiéndonos no solo su forma exterior sino su razón de ser. Estévez, de la misma manera, sin perder su talante, con la mirada quieta y transparente, mira y mira...; mira obsesivamente eliminando todo aquello que es accesorio y evoluciona progresivamente hacia una mayor complejidad. A través de la sencillez y belleza seductora de su obra, atrapa al espectador y a su mirada que observa y devora voluptuosamente la hermosura de las mismas. Sus esculturas de aparente sencillez, como queremos ver, piden a gritos ser contempladas detenidamente hasta hacernos sentir los increíbles y sorprendentes juegos de luz, formas y volúmenes, y generan formas sensibles que viven inmersas en la controversia del tiempo que le ha tocado vivir. La sutileza de su obra, de apariencia estable, de manera imperceptible nos introduce en otra visión formal del arte contemporáneo. Amorosamente, el ojo y la mano del artista, inmersos en esta realidad cambiante, buscan su espacio, consciente de la ambigüedad y complejidad de la creación actual. Podría creerse que la obra de Estévez es una visión de la inacabable batalla amorosa entre lo real y lo irreal.

En Madrid, antes de su viaje a Florencia, en donde estudia pintura y grabado; ya conocía y se interesaba por las posibilidades escultóricas del hierro, materia dúctil y sólida, de relevantes antecedentes artísticos y que participa, a través de los tiempos, en la construcción del ritual que dará origen al mito de lo sagrado. Este conocimiento le hacía presentir cuál era el rumbo de la nueva escultura planteada ya por maestros como Julio González, Picasso, Ferrant, Gargallo, etc. Sabemos cómo le intriga la bondad de este material que se convertiría, por fin, en la materia insólita del logro de un sueño. En la larga soledad de su taller sueña y reflexiona sobre la dimensión y presencia de la escultura, en la complejidad del proceso histórico que le ha tocado vivir. En silencio trabaja con obstinación hasta crear el nuevo lenguaje que lo sitúa como un autentico escultor singular.
Estévez en sus obras ensambla y suelda planchas de metal repujado entre sí, construcciones sobrias y de materia controlada, esculturas de gran honradez formal, obras sin aditamentos superfluos de insuperable originalidad con lecturas irresistibles para todos aquellos que afirmamos la peculiaridad del quehacer escultórico y su grandeza. Ya, Julio González, nos advertía que el verdadero problema que el escultor debe resolver, no es hacer una obra armoniosa, un conjunto perfectamente equilibrado, sino lograrlo mediante el matrimonio de la materia y del espacio.
So pena de ser reiterativo, reafirmo la simplicidad y la belleza inagotable de estas esculturas y que, sin lugar a dudas, el amante de las artes se
sorprenderá ante el ambiente de pudor que parece rodear la contundencia de la obra de este escultor.

JESÚS M. CASTAÑO



J.L.E., EL ESCULTOR
Siempre me sorprende y me causa asombro la capacidad del ser humano para crear imágenes y, en el caso de J.L.E. imágenes tridimensionales.

El arte es una manifestación de lo esencial, de lo genuinamente humano, y el artista que lo ofrece a la sociedad conecta con lo esencial del espectador. Lo material, su obra, infiere en lo espiritual del individuo que lo contempla, conecta con sus esencias. Por eso se dice que uno ve con lo que lleva dentro de sí.
Conocí a nuestro artista, a Juan Luis Estévez, hace ya muchos años cuando él era un joven creador y yo un galerista novato. Su obra me impresiono por sus aspectos mágicos y, en cierto modo, infantiles. Pude intuir ecos lejanos de Miró y Kandinsky en sus obras tridimensionales y, por eso, me resultaban más inquietantes y atractivas.
Si el lector de estas páginas las pasa vertiginosamente se sentirá inmerso en un mundo mágico donde cada escultura -o parte de ellas- le llevara a mundos lejanos, sean los de la infancia o los que denominamos extraterrestres. Misteriosos seres creados por nuestro autor que hacen justa la frase de Luis Buñuel cuando afirmaba que "la esencia del arte es el misterio".
Es para mí significativo el uso del color que caracteriza la obra de nuestro artista. Pocos escultores usan el cromatismo en sus obras, por la gran dificultad que entraña. Suele decirse que se es pintor o que se es escultor, pues cada disciplina es ya de por si un campo infinito.
Tenemos la suerte de que en Juan Luis Estévez encontramos originalidad, magia, técnica y color en un grado tal que debemos calificarlo, en mayúsculas, de ARTISTA.


MIQUEL TUGORES

DIRECTOR DE LA GALERIA DIONIS BENNASSAR. MADRID


SELECCIÓN DE TEXTOS CRÍTICOS



JAVIER RUBIO NOMBLOT

LAS CRIATURAS METÁLICAS DE JUAN LUIS ESTÉVEZ
Es una exposición que puede llegar a entusiasmar. Un excelente trabajo, a medio camino entre la orfebrería -a veces tienen aspecto de joyas estas obras, con sus relucientes piedras preciosas, sus delegados filamentos y su colorido-, la escultura y la pintura; híbridos de insectos y circuitos electrónicos; jeroglíficos de bulto redondo que, en ocasiones -y como lo confiesa el artista- hablan del universo de signos de “Calder, Julio González, Miró o Kandinsky”... Ojeamos algún catálogo antiguo del casi desconocido Juan Luis Estévez, (Madrid, 1960) y nos sorprende el gran salto que ha dado su obra en los últimos años, desde esas estructuras sencillas hasta las complejas criaturas que imagina ahora: una obra madura, impecable, que destila ilusión y entusiasmo. El material básico es el latón, moldeado y pintado, aunque a las diversas piezas de este metal que conforman el cuerpo de la escultura -y ocultan tal vez su mecanismo- vienen a sumarse muchas otras: finos tentáculos de alambre que terminan en una pequeña bola coloreada, alguna piedra, madera, tallos en espiral de papel maché o algún material similar... Sobre cada una de estas piezas, complicados diagramas, exquisitos dibujos a plumilla, colores alegres y transparentes, signos y alguna joya engarzada... En ocasiones parecen insectos imaginarios, otras asoma la cola de un pez o de un reptil, el pico de un pájaro; son monstruos marinos, máquinas, tótems o, simplemente, criaturas delirantes surgidas de la imaginación y la memoria que nos trasladan a otra dimensión, próxima sin duda a la que exploran los surrealistas. “Tengo ante mí un conjunto de formas vivas, de quietudes nerviosas, de trascendencias elocuentes”, escribe Ramón Pernas: esta obra está efectivamente viva porque nace del talento y del entusiasmo y, aunque no sabemos hacia dónde evolucionará este artista, lo cierto es que ha cuajado una exposición memorable.
JAVIER RUBIO NOMBLOT, “LAS CRIATURAS METÁLICAS DE JUAN LUIS ESTÉVEZ”, “EL PUNTO DE LAS ARTES”, MADRID, 18-24/V/2001, p. 9



RAMÓN PERNAS

JUAN LUIS ESTÉVEZ-BAILAR EL AIRE

Si la danza es el más armónico de los movimientos, la escultura de ESTÉVEZ es la más armónica de las danzas. Un ballet suspendido desde el penúltimo día de la creación, víspera del descanso de Dios. Tengo ante mí un conjunto de formas vivas, de quietudes nerviosas, de transcendencias elocuentes. Son la oferta de una obra escultórica que inaugura el siglo y que Juan Luis Estévez nos entrega para el goce de todos los sentidos. Cercana a la pureza de las líneas, Miró y Altamira, sale al encuentro de una post modernidad, sin dobles lecturas. Así es, en pirandeliano símil, porque así le parece, y el asalto a la belleza es un cuartel de invierno lleno de primaveras. La estatuaria civil y juguetona compendiada en esta exposición no cabe en estos párrafos, de la misma manera que quedan fuera las galernas y los temporales. Toda la mar. Es, digo al principio, un ballet conceptual, con primeros bailarines, donde todas y cada una de las piezas son solistas, para una sinfonía inacabada que proclama a muchas voces la libertad.

RAMÓN PERNAS, “BAILAR EL AIRE”, GALERÍA DIONIS BENNASSAR, MADRID, 2001


ENTREVISTA A JUAN LUIS ESTÉVEZ (1992)

¿Cómo definiría su obra?
Mi obra se caracteriza por la creación de volúmenes con planos y superficies curvas sin llegar a cerrar el espacio. La pintura en estas piezas, es una parte esencial, viene a ser la epidermis por la que transpiran las esculturas.
¿Le sirve cualquier material y/o soporte siempre usa la misma técnica?
No siempre. Trabajo diferentes materiales porque cada uno tiene distinto lenguaje. Por ello, la elección del material depende de la idea a desarrollar según se adapte mejor o peor a la forma deseada.
¿Cuáles son las exposiciones de las que se siente más satisfecho?
Siempre es la última exposición la que me hace sentirme más satisfecho ya que muestra mi obra más madura y creo que, en consecuencia, se puede decir que también la mejor realizada.
¿Cuáles son a su juicio los maestros de la escultura?
Pensando en la Antigüedad, los escultores egipcios y los griegos. Posteriormente personajes concretos como Miguel Angel, Rodin o Henry Moore.
¿Y los suyos? ¿A quién le debe más?
Es indiscutible que, a todos, los grandes y pequeños artistas han influido en la historia, siendo nosotros producto de la evolución de la escultura desde sus comienzos. No obstante, procuro que esa influencia concreta de ciertos autores sea la mínima posible intentando aportar mi propio lenguaje y mi particular visión de las cosas.
Las esculturas de ESTÉVEZ parecen vibrar con el aire, pensadas para intimar, y son fruto del trabajo ilusionado del artista.
Estamos en agosto y Madrid no puede -ni debe- descuidar su oferta cultural y a ello queremos colaborar organizando, como cada mes, esta exposición de esculturas de un artista madrileño y “mediterráneo”.
ESTÉVEZ, fue primero pintor, pero posteriormente la escultura se adueñó de sus sueños hasta hacerle olvidar la paleta y enamorarse de la materia y el volumen.
Estamos en verano y la obra de ESTÉVEZ nos devolverá sin duda a la Naturaleza o al jardín soñado a través de esta facultad que nos hace únicos: LA IMAGINACIÓN.
Todo el que ahonda en los tesoros escondidos de su arte, es un envidiable colaborador en la construcción de la pirámide espiritual que un día llegará hasta el cielo (Wassily Kandinsky)
JUAN LUIS ESTÉVEZ, EN “ARTE Y CULTURA”, Nº 17, MADRID, VII/1992 (CON OCASIÓN DE SU EXPOSICIÓN EN LA GALERÍA DIONIS BENNASSAR, JL ESTÉVEZ EXPOSICIÓN, MADRID, 6-31 AGOSTO 1992)




JUAN LUIS ESTÉVEZ: OTRO [HERRERO] FABULADOR
ALFONSO DE LA TORRE

En lugar de una imagen que excluye a las demás, me habría gustado dibujar los momentos que, uno junto a otro, se suceden y conforman una vida. Exponer la frase interior, una frase que no tiene palabras, para que la gente vea una soga que se desenrolla sinuosamente y que acompaña íntimamente a todo lo que nos afecta, ya sea desde el exterior o desde el interior. Quería dibujar la conciencia de la existencia y el flujo del tiempo. Como cuando te tomas el pulso.
Henri Michaux a John Ashbery, “ArtNews”, Nueva York, III/1961[1]

Juan Luis Estévez (Madrid, 1960): otro herrero fabulador. 
Término este de nuestro gran perseguidor de formas, Martin Chirino, el artista que ansiara los espacios cósmicos[2] y que parece apropiado para iniciar las líneas que siguen, reflexión del creador canario que ha hecho del trabajo escultórico objeto de su quehacer desde hace décadas y cuyas enseñanzas ha escuchado Estévez, hasta concluir hoy subrayando el consabido less is more que defiende el artista de la playa de Las Canteras.    Silba el silencio.
Persevera el escultor madrileño, escribe Chirino en esta publicación, “sin temor entre la espera y la esperanza”.   Trabajo constante de Estévez en el mundo de la escultura, como señalábamos también tiempo atrás refiriendo las “joyas terribles”[3] realizadas por este artista tentador de formas surgido de los estudios tradicionales de escultura y del bullicio de los multicolores años ochenta en Madrid[4].   En aquel tiempo, algunos de sus trabajos de piedra tenían estirpe brancusiana, totémicos, pausadas piedras con intuiciones de vacío o el aire solo y solemne de los crómlech oteizanos[5].     El encuentro con creadores de aquel agitado lugar, Juan Muñoz o Eva Lootz, y el posterior que ha venido teniendo en nuestros días con el quehacer de escultores como Julio López Hernández, Miquel Navarro, Fernando Sinaga o Susana Solano[6], sin



[1] 'Henri Michaux: Painter Inside Poet' (pp. 30-31, 64-65)

[2] Martin Chirino, “La reja y el arado”, “Papeles de Son Armadans”, “El Paso”, Año IV, tomo XIII, nº 37, Madrid-Palma de Mallorca, IV/1959, p. 76.  Chirino escogía esta cita de Novalis: “Soñamos viajes a través de los espacios cósmicos, ¿no está acaso el espacio cósmico en nosotros mismos?”.

[3] Que vinculábamos al mundo surrealista.  El título era una cita de Raymond Roussel en el “Diccionario Abreviado del Surrealismo”.  André Breton y Paul Eluard, “Dictionnaire abrégé du surréalisme”, Galerie Beaux Arts, Paris, 1938.  Edición española de Ediciones Siruela, Madrid, 2003, p. 159

[4] Este asunto quedó tratado en: Alfonso de la Torre, “Las joyas terribles de Juan Luis Estévez”, en “Juan Luis Estévez (Esculturas 2009-2011)”, “Ámbito Cultural-El Corte Inglés”, Madrid, 2011, pp. 11-17
[5] “(…) singulares piezas escultóricas hechas de mármol, con un cierto aspecto de “blandas”, al modo de congeladas vísceras de mármol de Italia, opalino, tal su “Ensayo orgánico” (1985)”. Ibíd.  Los cromlech de Oteiza, que se refieren en este párrafo están tratados por el escultor vasco en: Jorge Oteiza, “Quosque Tandem…! Ensayo de interpretación estética del alma vasca” (Auñamendi, colección Azkue, San Sebastián, 1963).  Reedición Fundación Museo Oteiza Fundazio Museoa, Alzuza, 2007.

[6] Nos estamos refiriendo a su colaboración fundamental dentro del programa de intervenciones artísticas que este firmante comisaría desde hace diez años para “El Corte Inglés-Ámbito Cultural” en coincidencia con ARCOmadrid, por el que han pasado unos cuarenta creadores. Como ya hemos señalado en alguna ocasión, Estévez, artista, ha estado muy en contacto con una verdadera pléyade de nuestros creadores contemporáneos.     Su comprensión del mundo artístico ha sido clave para el reconocimiento generalizado de un programa por el que han pasado ya, además de otros citados arriba, creadores tal: Arroyo, Broto, Carmen Calvo, Canogar, Farreras, Feito, Sicilia o Torner.    Con todos ellos ha colaborado Estévez en la puesta en pie de sus intervenciones, aportando su mucho saber en lo artístico.

duda habrían permitido a Estévez una singular percepción, diversa e intensa, de la cuestión escultórica y, por ende, un privilegiado observatorio del arte de nuestro tiempo. Reflexión pues, que, como escribía Chirino sobre su propio quehacer, referirá a un “herrero fa­bulador que quiere acercarse al misterio de la creación”[7], al intenso artista de quien podríamos parafrasear aquello que también dijo Ferrant sobre el canario de las espirales[8], tautológico y taxativo, para sentenciar que Juan Luis Estévez es un escultor.


JUAN LUIS ESTÉVEZ.  Trabajos de los años ochenta

Mucho del trabajo de este, nuestro viajero en el espacio,  tiene por objeto la citada meditación sobre la creación, desde un punto de vista contemporáneo mas sin abandonar, jamás, el legado de la escultura del siglo veinte que parecía proseguir la estela misteriosa de los viejos forjadores del



[7] Martin Chirino, “(Balos)-Memoria”, en “Ciudades-Cities”, “Ámbito Cultural-El Corte Inglés”, Madrid, 2010, p. 80

[8] Ángel Ferrant, “Martín Chirino es un escultor (24/VI/1959)”, Colección del Arte de Hoy, nº 6, Madrid, VIII/1959.  Colección dirigida por José Luis Fernández del Amo.


espacio, heredando la tradición casi sacral -de hierro y herreros- en la historia de las civilizaciones[9].    Es algo que nuestro artista defiende, ya desde el aviso titular, “Rojo cereza” que, en palabras del artista, “hace relación a un momento de la temperatura del acero cuando se saca de la fragua, que entre los herreros se denomina ‘rojo cereza’, cuando el metal tiene un cierto grado de plasticidad idóneo para trabajarlo, sabiéndose esta temperatura por el color que presenta”.
Estévez es descendiente así, pues declarado y sin pudor, de los heroicos escultores que soñaron formas crecedoras entre las chispas y el ardor de la fragua, -González, Gargallo, Chillida o Chirino, entre otros, refiriéndose a lo nuestro, al “hierro español”[10]-, Hepworth, Caro o Moore pensando allende.   Desde lo que Chirino llama en la presentación un “cuidadoso respeto por el pasado histórico”.   Si los primeros son buen ejemplo del trabajo de forjadores de sueños, la antigua y brillante tradición de la forja[11],  Hepworth es apropiado modelo de reflexión para Estévez sobre el estudio del volumen y sus superposiciones, el collage o assemblage metálico.  Mas, también, en torno al agujero y el vacío, que más que un espacio en duda o un negativo de las formas en el siglo veinte emerge activamente desde la densidad de dichas imágenes, eso que Manolo Millares llamaría la dimensión perdida, los hoyos infinitos de misterio[12].  Hondo espacio hacia la nada, allende otra extensión desconocida que, empero, es capaz de dotar de formas el espacio circundante, deviniendo una dimensión, entonces, casi cósmica.   Así, en la estela de Hepworth pueden entenderse las “Composiciones” en diversos “Campos”, que Estévez concluyera en fecha reciente,  surgidas al amparo de los estudios para estructuras o murales de acero.   Desde la mención a una cierta herencia de los artistas cubistas más ordenados, dichas composiciones son mirada hacia el mundo de lo constructivo mas, también, hacia ciertos momentos del arte de intensidades que poblara el repertorio creativo de nuestros ancestros soñadores de formas, Klee o Arp, un dibujo que parece devuelve visible el mundo, en muchas ocasiones sentenciadas sus imágenes a modo de temblorosa red de puntos.  Se trata de unas obras profundas que, empero, no se sustraen al embargo de una singular claridad y precisión, fruto de una intensa disciplina tal la que portaren instrumentos o elementos delicados.  Estas composiciones tienen algo de armoniosa ejecución, una pureza de estilo no lejana del aire de algunas máquinas u objetos de matemática exactitud, al modo de futuristas construcciones emuladoras de ciertas obras de Picabia, sus



[9] Aquí debe citarse a Serge Fauchereau, “Forjar el espacio”, en “Forjar el espacio.  La escultura forjada en el siglo XX”, Centro Atlántico de Arte Moderno, Las Palmas de Gran Canaria (IVAM, Valencia y  Musée des Beaux-Arts et de la Dentelle, Callais), 1999, pp. 15-76

[10] Juan Manuel Bonet, “El hierro español”, en Ibíd. p. 77

[11] “Sancho Negro”, Manolo Millares, “Chirino”, “Revista Punta Europa” nº 26, Madrid, II/1958, pp. 124-125
[12] Alfonso de la Torre, “Manolo Millares.  La destrucción y el amor”, Caixa Galicia, A Coruña, 2006


retratos-máquina[13]o de las maquinarias infernales de Duchamp, máquinas de Estévez herederas, sin dudarlo, del espíritu de nuestro tiempo, aquella escultura con aspecto de testa futurista, el assemblage-cabeza mecánica compuesto por Raoul Hausmann[14].  Maquinarias inteligentes, delicadamente inútiles, recordando a nuestro Sempere[15].  En todo caso, vuelven los murales y bocetos de Estévez a recordarnos piezas de los años cuarenta de Hepworth, tal las esculturas con colores[16] y ciertas obras realizadas en los siguientes años[17], del que sería buen ejemplo su conocido relieve alado, “Winged Figure”, en pleno callejeo de Oxford Street[18].  Con Hepworth, Estévez mantiene también otra nota común tal es una especial relación con los materiales, que no son considerados tanto sujeto pasivo de las formas, como dotados de una energía interna que  pareciere emparentarles con lo que en la alquimia se llaman materiales nativos, esto es, narrativos y simbólicos.  Para el escultor madrileño, poseen las diversas materias una suerte de aura interior dependiendo de cual fuere su procedencia, por lo general debido a una fuerte vinculación con el espacio exterior en torno, subrayándose el estudio de las formas en su relación, intensa, con el mundo natural.    Por su parte, es sabido que Anthony Caro representa el collage de metal, el viaje de la escultura hacia el dibujo en el espacio, caligrafía silenciosa de las formas a la búsqueda de una nueva identidad para la representación espacial, siendo también fundamental el diálogo con el material, una conversación en la que más que revelar el material, este es sometido por el artista a una intensa “escucha”.   Esta es, en definitiva, una escuela de creadores del metal que, siendo proclive a búsquedas esenciales, a universos depurados, no excluye las acumulaciones, elogiadora del (también) puede esculpirse con lo que se quiera[19]y en la que podríamos haber citado otros nombres, tales a David Smith, Cesar o Jean Tinguely.   




[13] Estoy pensando ahora en “The Child Carburetor (L'Enfant carburateur)”, 1919. Óleo, esmalte, pintura metalizada, pan de oro, grafito y lápices de colores sobre madera, 126.3 x 101.3 cm. Solomon R. Guggenheim Museum, New York (55.1426)

[14] “Tête mécanique ou l’Esprit de notre temps” (1919), Assemblage, 32,5 x 21 x 20 cm. MNAM, Paris

[15] “Maquinaria inútil” fue el título de la intervención de Eusebio Sempere en los escaparates de “El Corte Inglés” en la calle de Preciados de Madrid (1963).   Vid.: Alfonso de la Torre, “Silencio en la gran ciudad”, “El Corte Inglés-Ámbito Cultural”, Madrid, 2005, pp. 13 y ss.

[16] C. 1943

[17] Pensando en obras de Hepworth tales a: “Pastorale”.  1952, Mármol (BH 192), Kröller-Müller Museum, Otterlo; “Curved Form (Bryher II)”.  1961, Bronce (BH 305). San Francisco Museum of Modern Art-Hirshhorn Museum and Sculpture Garden, Washington D.C. y “Maquette, Three Forms in Echelon”, 1961-1965, Bronce (BH 306 B). Tate-Art Gallery of Ontario, Toronto 

[18]Winged Figure”.  1961–62, Aluminio y varillas de acero (BH 315), John Lewis Building, Oxford Street, Londres

[19] Obvio es señalar que estamos remedando al Apollinaire del mítico “puede pintarse con lo que se quiera”, en “Les peintres cubistes”, Eugène Figuère, Paris, 1913.

En todo caso, como sucede con otros grandes escultores, -estoy pensando en Ferrant, un personaje clave para la evolución de nuestra escultura, capaz de resistir también el embate del tiempo moderno-, elemento que parece sustancial a la escultura contemporánea es el esfuerzo en la búsqueda de un lenguaje dotado de intensidad.   En el caso que nos ocupa, ello revierte, luego lo iremos viendo, en un obsesivo viaje que ha realizado Estévez a través de las formas y los materiales, trayecto que le ha permitido ir y venir entre la indagación espacial y la búsqueda de la materia más apropiada para cada caso, pero sin abandonar jamás la chispa, el va y viene de la forja.    Recordemos que, frente a la escultura fundida, que permite repetir la pieza, los forjadores se emparentan, más bien, con los escultores de la madera o la piedra, creadores de piezas únicas, algo que, aunque parezca obvio, se convierte en capital, y hace de los escultores que trabajan en la fragua artistas distinguidos.  Como bien señala nuestro presentador, Ramón Pernas, desde su fina escritura, Estévez parece ofrecer un singular diálogo creativo del que no está ausente el tiempo: “su universo esencial (que) conjuga los colores con las letanías de los materiales que oxida el tiempo.  Otras son tempestades sosegadas, torpes aguaceros para velar/desvelar las tardes prolongando la luz que se cuela por todos los vericuetos de la materia”[20].    Es, también, lo que escribe en la introducción a esta publicación Martín Chirino, sobre el empeño “
en buscar soluciones a las aparentes preocupaciones que aparecen en todo el quehacer del escultor que es, y se acerca con humildad a la grandeza de la materia, con gran respeto por ella, sintiéndola, admirándola y respetándola, consciente de que se rebasan los límites de la creación mediante el trabajo diario hasta encontrar soluciones personales y así lograr la definición su trayectoria como escultor”.     De esto último era ejemplo a subrayar su Serie “Ulular del espacio” (2013), que presentara recientemente en “Vuela Pluma”[21], una buena forma de mostrar hasta qué punto sus muchos años de trabajo devenían en un singular ascesis escultórico, muy esencial, sin apenas ruido, elevación casi de despojamiento zen, escultura erigida en el espacio mediante el sintético férreo poder de tres formas, empero ululantes y en forma de “u”, creando una singular música en su interior.  Resonaba el espacio.
Y tras recordar su perenne vinculación a la forja, no hemos de olvidar, tampoco, en este punto, su ya citada estirpe brancusiana, pues Estévez, como le sucederá a Noguchi, no esquiva referir la relación entre la escultura y su base, un asunto al que presta un especial cuidado.  Y citándose a Brancusi, y su elogio de la depuración formal, aquí también debe mencionarse el mundo orgánico de Arp y la querencia simbólica de Joan Miró, el eterno dibujante a quien parece rendir homenaje nuestro artista en el mironiano título de “Constelaciones”, el proyecto de San Clemente.
En todo caso, tal escribía el escultor y reflexivo Alain Kirili[22], la relación entre la forja y el dibujo es casi inextricable, consustancial al trabajo entre el crepitar de las chispas: “el martillo es al hierro lo que el lápiz es al dibujo. 



[20] Ramón Pernas.  Texto introductorio institucional a esta publicación.

[21] El singular espacio expositivo madrileño de Eugenia Niño y Gemma Suñer en Madrid.

[22] Paris, 1946.

Forjar y dibujar son artes próximas; sólo el volumen los separa”[23].   Puesto que, al cabo, forjar es dibujar formas en el hierro con el golpe del martillo, para después delinear el espacio, es sabido que los forjadores, recuérdese aquí el ejemplo de Julio González, han sido extraordinarios dibujantes, uniéndose además nuestro escultor a una familia de tridimensores que han viajado en un territorio híbrido entre el dibujo y la escultura, el mural o relieve escultórico de metal que antes referimos, tal podrían ser el ejemplo de Cesar Domela o Zoltan Kemeny.  El forjador Estévez ha sido también compulsivo dibujante de escenarios fantásticos, como dan muestra sus dibujos[24] de “Arquitectura” o “Paisajes”, aquellos dibujos de planicies habitadas por elementos ultrarreales que ya nos evocaran a los paisajes extensos y magníficos, surreales, de Ray Bradbury o Dino Buzzatti[25].   Al cabo, nuestro artista, es inquieto, de ahí el entre paréntesis del “herrero” en el título, porque, además de herrero, portador de tal singular estirpe, Estévez, como se ve, aborda muy diversas técnicas escultóricas, el dibujo y la ilustración en general siendo, también, fino fotógrafo, autor de algunas emotivas vistas del paisaje conquense y fotografiado la hoz del Huécar cuando arde la neblina con las primeras luces del invierno.   También, dibujos de maquinarias inventadas bajo títulos de “Composición” o “Poética pieza industrial” o,  al final, nueva mención al surrealismo sus dibujos que, bajo la denominación serial “Forma orgánica”, plantean, nuevamente, un escenario fantástico, unas veces más próximo al paisaje surreal, otros recordando las formas biológicas descubiertas por los microscopios.  Dibujos o apuntes que, en sus palabras, suponen un “medio íntimo de reflexión y análisis”[26].   Pienso a veces en el proceder de otro frenético dibujante-escultor, Pablo Palazuelo, pues es Estévez artista de la fructífera escuela de los imaginadores introvertidos, creador proclive a la reflexión[27], a las idas y venidas sobre el papel, vindicando la morosidad o la delectación en las diversas fases



[23] Alain Kirili, “Statuaire”, Éditions Denoël, Paris, 1986

[24] Fechados entre 2005 y 2014

[25] Tal ya escribimos en: Alfonso de la Torre, “Las joyas terribles de Juan Luis Estévez”, op. cit.

[26] Conversación de Estévez con este autor. V/2014

[27] “(…) Se ha repetido que la obra de arte lo es o no, en función de la capacidad de transcender a ella misma, del símbolo que represente en el tiempo, del poder de su imagen, de la fuerza que represente, de la espiritualidad de la que esté imbuida, de su misterio. El artista es el medio por el que la obra se abre camino. El resto se le escapa de las manos. La percepción individual es independiente de la intención o explicación dada. El espectador  termina la obra, solo así se cierra el círculo. Puedo, sin embargo, intentar aclarar el procedimiento por el cual finalmente llegan a término las esculturas que aquí presento. En el proceso de creación hay diferenciadas dos vías contrapuestas: una es libre, parte de modos automáticos del dibujo a mano alzada, del emborronamiento sin compromiso, de la búsqueda de la forma y la composición en el placer estético. Esos bocetos embrionarios, si cumplen ciertos requisitos de viabilidad, pasarán posteriormente  a la otra parte, donde el proceso es técnico, frío, si se quiere, donde la prioridad es que la pieza se sustente, aguante su peso, se mantenga en pie, funcione físicamente. El proceso puede repetirse nuevamente, cuando el color o el acabado intervienen. Es el tránsito de lo inconsciente a lo consciente, de la imaginación a la realidad, de lo físico a lo metafísico. Es una suerte de corriente alterna donde se produce la síntesis, que desemboca en la idea y su reflejo”. Juan Luis Estévez, “De la imaginación a la realidad”, en “Juan Luis Estévez (Esculturas 2009-2011)”, op. cit. p. 9

 del proceso de creación.   Su labor como escultor ha ido en paralelo a un complejo repertorio de apuntes, bocetos y dibujos: un mundo no tanto impulsor del noble y consabido boceto de esculturas como de investigación marginal, -mas no por ello menos “germinal”, en palabras del propio artista-, emprendida en torno a una cuestión, que no indagación sobre el modo más acertado de afrontar definitivamente la feliz conclusión de una de sus esculturas.   En muchas culturas antiguas, es sabido que no había diferencia al nombrar “escribir” o “pintar”[28], puesto que muchas escrituras se componían de sucesivos dibujos.  “Pinto como escribo.  Para encontrar, para encontrarme”, escribía Henri Michaux[29].  La línea, desde tiempo inmemorial carece de objetividad, pues antes que sucesión de puntos, es sucesión de ideas; se alimenta la línea del espíritu revelando, la cita es también de Michaux, las propias vibraciones del espíritu.  Por tanto, dibujamos, tal escribimos, para abreviar el tiempo[30]; tanteo y exploración del espacio interior, pareciere haciendo escuchar lo que la mano ve, lo que oyen los ojos. En fin, encarando un proceso no concluido pues, como en el caso de Palazuelo, en Estévez el dibujo no ha sido el apunte previo del gran trabajo final sino, más bien, un camino de formación,  una parte fundamental de un complejo proceso creativo  surgido posiblemente desde el dibujo casi automático que es elevado en el espacio desde el otium[31] del devenir diario, mas un verdadero territorio en donde se pone en pie la creación, objetos infinitamente preciosos, en palabras de Genet[32].  Se entiende así la afirmación de Estévez, relativa al “coleccionismo” de sus muchos dibujos realizados: “por humilde que sea, los hay de escasísimos centímetros. La idea era conservar las ideas. Con paciencia de entomólogo, guardando, clasificando, recortando y pegando, los dibujitos han ido ocupando su espacio. Están recopilados en cuadernos y atienden a tres divisiones: bestiario,



[28 “Escribir y pintar, una sola palabra designaba una y otra cosa en el antiguo Egipto, y se entiende, puesto que las palabras no estaban descompuestas en letras que son transcripción de sonidos, sino representadas por jeroglíficos figurativos.  Ocurría, sin embargo, lo mismo en la Grecia primitiva que tenía un alfabeto.  No sabemos prácticamente nada del divorcio que se ha establecido entre la representación de las cosas y el nombre que llevan.  Como, y lo consideramos generalmente como un progreso, en la escritura es la abstracción quien ha vencido”.   Louis Aragon, “Los colages”, Versión española de Editorial Síntesis, Madrid, 2001, p. 11
[29] Henri Michaux, “Moments of Vision”, Rome-New York Art Foundation Inc, Roma, 1959
30] “Escribo para abreviar el tiempo”, Knut Hamsum (cit.) en [André Breton y Paul Eluard] “Dictionnaire abregé du surréalisme”, op. cit. p. 162
[31] “Mención de lo efímero, de lo muy breve, pues la tarea del dibujante, el oficio de dibujar, también puede surgir desde el no-propósito, desde el otium de una mirada que deambula, deambulando aquí y acullá, con aspecto negligente, deslizándose entre los inmemoriales costados del tiempo.  En este caso es el consabido revoloteo ligero sobre la superficie del papel, que rasga el lápiz, mientras el tiempo pasa.  A veces pareciere con prisa ante la consunción de los minutos que restan. Alfonso de la Torre, “Gabinete de papeles, gabinete de sueño”, Centre Municipal d’Exposicions d’Elx, Alicante, 2011, p. 26
[32] Jean Genet, “El objeto invisible-Escritos sobre arte, literatura y teatro”, Thassàlia, Barcelona, 1997, p. 53


 personajes y todo lo demás (…) Representan el nivel básico de mi obra, son el soporte de la memoria y tienen una misión germinal”[33].  Labor emprendida desde antiguo por este artista, se corresponde ese alfabeto misterioso, sin dudarse, a su verdadero laboratorio de formas, pues en el arte de nuestro tiempo es algo fundamental: la indagación, la investigación, las idas y venidas sobre lo que pareciere, a veces, un mismo asunto.   Ejemplo de la esencia de “laboratorio” de muchos de sus cuadernos de bocetos es la presencia de hojas abigarradas conteniendo, a su vez, varios ensayos dibujísticos.   Al cabo, como hemos escrito en alguna ocasión, gabinete de papeles, gabinete de sueños[34]: es el dulce abismo de los signos.

En fin, que si el dibujante en el espacio, Estévez, muestra este conjunto de obras más recientes, tras su ciclo expositivo en 2011, nuevas reflexiones traen los conjuntos de insólito aire, esculturas expandidas, a los que titula “Mohai”, inventado y doméstico land art, de estirpe mínimal, con aire de contemplación zen.    Reunión de elementos al modo de espacios escultóricos versátiles, escultura terrestre, escenario pétreo manipulable u holísticos monumentos mínimos evocadores del mundo recreado por Noguchi en su museo de Long Island o en los jardines parisinos de la UNESCO[35].  Viaje de lo vertical hacia la encarnación, emocional redención de lo mineral, al cabo, la presencia de elementos ajenos al metal ya había sucedido en el mundo dadá y cubista.  Empero, el aire metálico de algunas de las piedras de los “Mohai” nos hace recordar la vinculación de los antiguos meteoritos con el hierro, utilizado y considerado casi sagrado por las culturas precolombinas[36].   Aire de paisaje, otrora sin soslayar el espíritu totémico que porta su título, sin duda abren estas obras una puerta a un futuro trabajo de este escultor tenaz, intenso e inquieto, pues los “Mohai” reúnen, cómo se ve, elementos de lo minimal y conceptual, formalismo y expresionismo, trouvé y azar, refiriendo cuestiones complejas, tales a materia y texturas o simbología y escala, siempre desde un versátil eclecticismo, un mestizaje culto que no obvia la sublimación del misterio y el silencio por el que comenzamos, fraseo interior de las formas pareciere que a la búsqueda de un mundo esencial.  Escribimos unos versos, en fecha reciente, pensando en las formas creadas por este artista esencial: escritura que explica lo invisible.  Misterio de las formas[37].


[33] Conversación de Estévez con este autor. V/2014

[34] Alfonso de la Torre, “Gabinete de papeles, gabinete de sueño”, op. cit.

[35] Tal el Jardín para la “General Life Insurance Company”, Conneticut (1955-57)

[36] En las Crónicas de Indias se subraya cómo los aztecas, al preguntarles los conquistadores sobre la procedencia de sus objetos de hierro señalaban al cielo:  pues disponían del hierro nativo procedente de los meteoritos y, así, el hierro era tan preciado como el oro: un metal venido del cielo, de ahí su carácter sagrado.

[37] Alfonso de la Torre, “Ulular del espacio”, Vuela Pluma Ediciones, Madrid, 2013


Texto de Martin Chirino

Hoy doy la bienvenida a Juan Luis Estévez, artista y amigo que siente la misma pasión compartida por muchos de los artistas contemporáneos que hoy en día se esfuerzan por encontrar una solución idónea para la escultura de todos los tiempos.

Existe en Juan Luis Estévez, escultor, un cuidadoso respeto por el pasado histórico y una decidida voluntad de recuperación de la cultura general, intentando rescatar la significación primitiva del arte escultórico para  transmitir en la ejecución de su obra un cierto constructivismo abstracto y que en ocasiones se acerca al mundo surreal, además de connotaciones industriales que nos evocan el mundo de las máquinas.

Sin afán definitorio, creo que el artista en el esfuerzo de integración de las aparentes dualidades a las que me refiero en este texto (constructivismo y surrealismo) se esfuerza en buscar soluciones a las aparentes preocupaciones que aparecen en todo el quehacer del escultor que es, y se acerca con humildad a la grandeza de la materia, con gran respeto por ella, sintiéndola, admirándola y respetándola, consciente de que se rebasan los límites de la creación mediante el trabajo diario hasta encontrar soluciones personales y así lograr la definición su trayectoria como escultor.
Se arroja en los brazos de la complicación de la materia y sus procedimientos para buscar la luz no solo sobre sus intenciones y resultados durante el proceso sino también sobre las condiciones en las que se desenvuelve la realidad cotidiana de su expresión artística.

Existe en el escultor una consciente voluntad por situarse en lo que constituye sin duda, la trayectoria común en los creadores más incisivos de nuestra época, es decir, menos es más, concepto que busca los principios en los que se basa hoy en día la contemporaneidad.

Esta exposición reúne el trabajo mas destacado de los últimos años de Juan Luis Estévez y se presenta como una oportunidad que nos  acercará más al entendimiento de la investigación del artista en el uso del hierro así como las reflexiones sobre los posibles usos que ofrece este material, duro mineral para la práctica artística de la escultura contemporánea, y que también es pasión para Estévez, sentimiento que le hace perseverar sin temor entre la espera y la esperanza.
                                           
Martín Chirino



DIPUTACIÓN CUENCA-TEXTO INSTITUCIONAL 


A la fina escritura de Ramón Pernas, director de “Ámbito Cultural”, embajada de la cultura de “El Corte Inglés”, se unen a esta publicación las palabras de presentación del escultor Martín Chirino, testigo histórico del arte nuestro tiempo y, probablemente, nuestro más reconocido creador en el mundo de la escultura, desde los lejanos, pero tan vivos, tiempos de “El Paso”.   Si a ello le sumamos la voz crítica de Alfonso de la Torre, teórico del arte de nuestro tiempo, podemos suscribir estamos ante un proyecto excepcional, esta exposición del trabajo de Juan Luis Estévez en la que hemos trabajado durante largo tiempo.
Para la Diputación de Cuenca, y su Fundación Antonio Pérez, es un honor presentar este resumen de los últimos trabajos del escultor Estévez un artista que, como escribe Chirino en el texto citado, “siente la misma pasión compartida por muchos de los artistas contemporáneos que hoy en día se esfuerzan por encontrar una solución idónea para la escultura de todos los tiempos”.   Al cabo, herrero fabulador, y más que herrero, Estévez tiene una trayectoria de más de treinta años en el mundo de lo tridimensional y sus reflexiones, en torno a qué sea ese misterio llamado espacio, tienen especial relevancia en un mundo, tan complejo, como es el de la escultura.  Como sucede con otros grandes escultores, la escultura contemporánea se esfuerza en la búsqueda de un lenguaje dotado de intensidad y Estévez ha realizado lo que De la Torre llama un “obsesivo viaje a través de las formas y los materiales, trayecto que le ha permitido ir y venir entre la indagación espacial y la búsqueda de la materia más apropiada para cada caso, pero sin abandonar jamás la chispa, el va y viene de la forja”.    Es, también, lo que escribe en la introducción a esta publicación Martín Chirino, sobre el empeño “en buscar soluciones a las aparentes preocupaciones que aparecen en todo el quehacer del escultor que es, y se acerca con humildad a la grandeza de la materia, con gran respeto por ella, sintiéndola, admirándola y respetándola, consciente de que se rebasan los límites de la creación mediante el trabajo diario hasta encontrar soluciones personales y así lograr la definición su trayectoria como escultor”.     Bienvenido, Juan Luis Estévez, artista esencial.

BENJAMÍN PRIETO VALENCIA

Presidente de la Diputación de Cuenca-Presidente de la Fundación Antonio Pérez

   
Hace un tiempo le pedí prestado a Henry James el titulo de su novela, “Otra vuelta de tuerca” para introducir otras párvulas líneas en torno al quehacer escultórico de Juan Luis Estévez a quien he visto evolucionar en su recorrido por la luz atrapada, hasta detenerse en este barroquismo ecléctico y angular, en una nueva vuelta de tuerca de un tornillo sin fin.
Algunas de sus esculturas son pintadas, con un cromatismo que evoca la feliz patria de la infancia, otra vuelta en la espiral continua de la tarea creadora de Estévez en su universo esencial que conjuga los colores con las letanías de los materiales que oxida el tiempo.  Otras son tempestades sosegadas, torpes aguaceros para velar/desvelar las tardes prolongando la luz que se cuela por todos los vericuetos de la materia.
Una publicación, como esta, solo es una frase en el discurso de la creación, el muestrario del buhonero que viaja con sus creaciones por los paisajes fértiles de la imaginación.   Pasen y vean, admiren y sorpréndanse porque ante ustedes tienen la consecuencia de una búsqueda, el esfuerzo del artista, el trabajo que recorre los caminos de la excelencia.
Desde “Ámbito Cultural”, en colaboración con la Diputación de Cuenca, a través de su Fundación Antonio Pérez, presentamos pues esta exposición, desde la cercanía y la proximidad con la que sigo atentamente la obra de Estévez cabalgando los días y los meses, los años y atropelladas conversaciones donde cabe la invención del mundo y en donde siempre es el primer día de la creación.
Las obras que componen esta muestra han sido, también, decorado cotidiano de una amistad que se fraguó a golpe de las intervenciones contadas por sucesivos ARCO, en los que he ido descubriendo el buen hacer escultórico de Juan Luis, las vueltas de tuerca del artista y de la vida.



RAMÓN PERNAS
DIRECTOR DE “ÁMBITO CULTURAL” DE “EL CORTE INGLÉS”

Junio de 2014



ROJO CEREZA

Fuego, Agua, Tierra y Aire. Combinación de elementos  que unidos en la fragua hacen dócil el duro metal. Conocida desde antiguo, esta tecnología básica del hierro, parecería hoy anacrónica. No sin un cierto romanticismo, creo que todavía es posible escribir  alguna página En el lenguaje del yunque y el martillo. El título aquí referido hace relación a un momento de la temperatura del acero, cuando sale de la fragua, que entre los herreros es llamado  “rojo cereza”, cuando el metal tiene un cierto grado de plasticidad idóneo para forjarlo, sabiéndose esta temperatura por el color que presenta.


CONSTELACIONES
Desde los albores de la civilización el firmamento fue el primer lienzo en el que los hombres dibujaron  formas uniendo en su imaginación las estrellas con líneas que sugerían objetos, animales o símbolos .la obra en papel  aquí presentada, no es otra cosa que la continuación de aquellas noches primigenias en las que los hombres proyectaban hacia el infinito su conciencia. Así podemos afirmar que no hemos cambiado si no en los medios de expresión, pues el ánimo que nos impulsa es el mismo.

Constelaciones cristalizadas/Abstractos extractos de eternidad/Ventanas al paisaje más grande concebido/Fríos diamantes que iluminan el nocturno caminar/Cósmico destino/Regresar a las estrellas.

Juan Luis Estévez 2014


                                                                               

·Mohai stone compositions·
Juan Luis Estévez

TEXTOS ALFONSO DE LA TORRE




El arte es sobre todo un estado del alma.
Marc Chagall


ESCULPIR: SER RÍO
Imposible imaginar, imposible trabajar la piedra según un
modo diferente del que utiliza el río. El punzón, la broca, la
tijera, el abrasivo, el papel de lija, son los útiles mismos del río.
Extraer una piedra que el río ha esculpido, retroceder hacia la
historia del río, descubrir el lugar preciso de la montaña desde
donde la piedra ha venido, extraer de la montaña un bloque
nuevo, reproducir en éste exactamente la piedra extraída del
río, es ser río uno mismo. […] Para esculpir la piedra realmente,
hay que ser río. Giuseppe Penone*.

* Giuseppe Penone. [1988], citado en Germano Celant, “Giuseppe Penone”, Electra-L & M.
Durand-Dessert, Milán-Paris, 1989, p. 110

LOS SUEÑOS LÚCIDOS
He recordado al esotérico Daniel Ruzo y el libro, “The Fantastic
History of a Discovery: The Stone Temples of a Vanished
People”, y su aventura con las formas ocultas reveladas en las
rocas de la Meseta Marcahuasi, encontrándose con Severiano
Olivares: “Sólo Severiano ha tenido los sueños lúcidos y las
visiones sobre la ciudad secreta subterránea donde la semilla
humana fue resguardada, tal como lo sugiere el Arca de Noé
en la leyenda bíblica y en cientos de otras leyendas alrededor
del mundo. Se cree que las esculturas son indicadores de la
entrada de la ciudad en el hueco de la montaña”*.

* Estoy evocando, en este punto, la obra de François Bucher: “The Second and a Half Dimension
- An Expedition to The Photographic Plateau-La Segunda y Media Dimensión-Una Expedición
a La Meseta Fotográfica” (2010)

ESCULTURA EN RETARDO
Pétrea maquinaria óptica, metáfora pareciere, esta escultura
combinatoria de Estévez. Con algo de escultura en retardo pues
será la visión la que convierta las formas minerales quietas en
elementos pertenecientes al espacio de lo visible, planteando
que quizás los Mohai no son tanto elementos tridimensionales
como metáforas, transposición o proyecciones de una forma
en otra. Quietud mas no detención, pues asistimos al juego
incesante de las formas, estas sustituidas por otras formas,
dependiendo de la posición del espectador, de las luces o las
sombras. Metáforas sobre las metáforas.
           
ESCULTURAS INTACTAS
Ángel Ferrant recogía piedras, pequeños objetos encontrados,
que, escribía, “veía como esculturas intactas”, “conjuntos de
expresión inutilitaria”. “Poemas de piedra”, dijo de ellos Juan
Antonio Cabezas*. Caminar es atesorar. En palabras de Gullón:
“un guijarro, un trozo de madera, un fragmento de roca,
puede ser bello y tener, por lo tanto, valor en sí. Esa belleza se
acrecienta en ocasiones por el simple acercamiento a objetos
análogos”**.
* Juan Antonio Cabezas, "Ángel Ferrant y sus poemas en piedra", “España”, T ánger, 3/VI /1950.
** Ricardo Gullón, “Escuela de Altamira”, Santander, 1951, p. 19

LA VIDA INVISIBLE DEL ESPACIO
Construcción de la mirada sobre el objeto mirado. Speculum
mundi, reflejo de un universo extraño, pareciere que como
aquel ser que pudo haberlo visto por vez primera. Quimera
del espacio, extensión escultórica para soñar, acto de ver
conformado por el espíritu que, a su vez, dará forma a la
obra, como en tantos creadores de todos los tiempos por
tanto, pues se asiste a la contradictoria coexistencia de un
espacio escultórico relativo, esto es, sometido a visiones
independientes entre ellas. Pareciendo asomar, en tal
planteamiento, que se aleja de la convencional tridimensión
escultórica, un viaje hacia la cuarta dimensión, las dimensiones
conocidas más el tiempo, aquella tentada por la cofradía de
los artistas de Puteaux, entrecruzados con magia y alquimia.
Gradiva daliniana, resto pétreo, gruta o paisaje planetario,
tal una tierra inaccesible, silencio: un mundo desconocido.
Universo invisible a los sentidos. Metáforas alógicas, pareciere,
del espacio, que podrían haber ilustrado en su detención,
aquella búsqueda de alquimistas, gnósticos y magos, de la
cuarta dimensión: la vida invisible del espacio de Maeterlinck.
¿Memoria de la materia?: inconcebibles las piedras de
Estévez sin su propia biografía (la arqueología del material, la
arqueología del sujeto).

LA EXPANSIÓN DE LAS LÍNEAS
Expresión de la profunda vinculación entre la extensión y
la duración, el espacio o el tiempo, este artista pareciere a
veces descomponer los movimientos de una máquina, como
el retiniano Duchamp. Movimientos parciales en que se
fracciona la totalidad de un cuerpo que alojado en lo visible,
empero, pareciere suspendido en el espacio. Luminosas líneas
expandidas ad infinitum.

LA ÚLTIMA ESPIRITUALIZACIÓN DE LA MATERIA
Para Didi-Huberman el mármol es “la materia por excelencia
de la memoria”*. Dijo Ángel Ferrant: “Cualquier material que,
configurado por el hombre en todas las direcciones del espacio
le presente imagen de sus impresiones vitales, es escultura”**.
Y, sobre el silencio de los objetos que se hallan en un recodo del
camino, escribiría Westerdahl: “Es la última espiritualización de
la materia. El objeto desencadena sus posibilidades y queda en
silencio, en un silencio expectante, en gesto, en su soterrada
vivencia”***.
* Didi-Huberman, G., « Fra Angelico, dissemblance et figuration », París, Flammarion, 1995,
p. 103
** Ángel Ferrant, “¿Dónde está la escultura?”, Club 49, Barcelona, 1955 s/p
*** Eduardo Westerdahl, “La escultura expectante de Ángel Ferrant”, “Papeles de Son Armadans”,
59 bis, Palma de Mallorca, II /1961, p. 35

READY-MADE DE LA NATURALEZA
Piedras: objetos an-artísticos, que ya se vio no son
exactamente anti artísticos, pero justamente su complejidad
reside en el aire neutral que portan. Ausentes, pues inscritos
estaban en el secular devenir de naturaleza, pareciendo jugar
a abolir el tiempo, ¿son paisajes de hoy o del futuro, térreos
o planetarios, de lo real o de lo imaginado?. Sumemos a ello
la posibilidad de la proyección de un espacio tridimensional
hacia un espacio ubicado en el tiempo, inclusive en el que ha
de llegar, su ser no será el del museo o la sala de exposiciones,
por más que algunas de ellas, singulares, pudiesen encontrarse
en las cámaras de maravilla decimonónicas. Mas la neutralidad
citada no debe olvidar su extracción de la naturaleza por este
paseante conmovido ante el paisaje inefable, más también
escultor de la forja. Por ello, justamente la fascinación que
portan tiene que ver con ese paso de la neutralidad al territorio
del arte, justamente por la decisión del artista, a pesar de la
carencia de "mano", en el sentido de manufactura, la retirada
que sobre ellos parece ejercer el artista, lo cual parece
acercar estos objetos a los ready made, más que a l'objet
trouvé. Ready-made de la naturaleza, objeto tridimensional
proyectado en el tiempo, la inquietud que provoca tiene que
ver con su mismidad, o, lo que es lo mismo, con su extrañeza
de tal lato estar ahí.

VUELVE A MÍ, NATURALEZA
Buscador, como Paul Klee, del orden invisible de las cosas,
escondido tras sus apariencias. Poniendo orden en el mundo.
Jorge Oteiza, elogiador de los Cromlechs, de Lascaux y Altamira,
escribió: “La naturaleza vuelve a mí”*. También: “esa misteriosa
inclinación del hombre que le empuja a ser escultor”**.
* Jorge Oteiza, “Quosque Tandem…! Ensayo de interpretación estética del alma vasca” (Auñamendi,
colección Azkue, San Sebastián, 1963). Reedición Fundación Museo Oteiza Fundazio
Museoa, Alzuza, 2007, p. 150
** Ibíd. 146

CREANDO CON MEDIOS INESPERADOS
Utilizando materiales inhabituales al trabajo escultórico,
en un creador acostumbrado a la forja, parece responde a
ciertas zonas del arte de nuestro tiempo: crear con medios
inesperados, la posibilidad de un más allá de los medios físicos,
ruptura con las estéticas declaradas, con ciertos sistemas
formales que ha planteado el arte. Paisajes para meditar.

LA ILUSIÓN DE LO VISIBLE
Como una cámara de espejos, que desplazara el espacio hacia
la infinita ilusión. Especulación sobre el acto de ver, mutatis
mutandis son estas esculturas verdaderos universos en sus
posibilidades combinatorias: fenómeno o paisaje pareciere
a veces arrasado, otro ensoñado, ídolo o roca, geografía
pluridimensional, relación mental con el espacio -cuando
no- ilusión sobre lo visible. Frustrados voyeurs que somos,
cazadores cazados por las imágenes, el eterno retorno de la
mirada, la estructura retornante de la contemplación.

PAISAJES PARA CUBRIR LAS HERIDAS
Paisajes apacibles o desolados. / Paisajes del camino de la vida
más que de la superficie de la Tierra. / Paisajes del Tiempo que
pasa lentamente, casi inmóvil y a veces como retrocediendo.
/ Paisajes de jirones, de nervios lacerados, de “saudades”. /
Paisajes para cubrir las heridas, el acero, el estallido, el mal,
la época, la cuerda al cuello, la movilización. / Paisajes para
abolir los gritos. / Paisajes como quien se tapa con una sábana
la cabeza. Henri Michaux*
* Henri Michaux, “L’Espace du dedans”, Paris, Gallimard, 1969. Traducción Julia Escobar.

EN LA PLAYA, CON LAS PIEDRAS, DALI JUEGA A LA ENCARNACIÓN
Las piedras con las que Dalí jugaba en la playa, en el sol, veía
le recordaban al Ángelus de Millet: intensa emoción. Evocados
dólmenes y menhires, que “llegan a producir ilusiones de
consistencia casi carnal”*. Como señalamos pensando en la
Virgen entre las rocas, lo mineral es silencio y quietud, mas
también materia de la encarnación.
* Salvador Dalí, “Retrato de Gala o el Ángelus de Gala”, 1935, MoMA, Nueva York, p. 30

EL GRAN CRIPTOGRAMA DEL UNIVERSO
“Los seres humanos recorren diferentes caminos. Aquel
que emprenda la ruta y los compare, descubrirá formas que
pertenecen a una gran escritura cifrada que se encuentra
en todas partes”*. Novalis sobre los tesoros de la Naturaleza
escribía que: son “un secreto inviolable”**, pues la naturaleza
es, al cabo, ya se dijo “el gran criptograma”***.
* Novalis, “Poesías completas-Los discípulos en Sais”, DVD Poesía, Barcelona, 2004, p. 237
** Ibíd. 243
*** Ibíd. p. 265

TERRITORIO DE SOMBRAS
Sus Mohai me han recordado algo del escenario de la Virgen
en las agrestes rocas ("La Vierge aux rochers", 1483-1486) de
Leonardo, que conserva el Musée du Louvre, el paisaje hosco
de esta pintura, escena de piedra en donde se desarrolla el
misterio de la encarnación. Resonancia, ya escribimos, de los
paisajes desolados de Buzatti* o de las rocas de "Minotaure"
fotografiadas por Brassai, las piedras cuárcicas y mágicas del
Cadaqués visto por Dalí**. Cuestión de distancia, de ángulo,
hay algo en estas piezas o conjuntos pétreos de inquietud, por
su disposición creativa, pues su recepción, la percepción del
contemplador es cuestión del lugar -siempre relativo- en que
se halle quien lo ve. Territorio de sombras, tal proyecciones
de formas que lo componen. Si Tanizaki nos refería el elogio
de la sombra frente a la descarnada luz de Blanchot, he
recordado viendo los Mohai las activas sombras de Le Grand
Verre, planicie oscura que representa el ánima de las piedras,
su oscura incandescencia tras el plano.
* Alfonso de la Torre, “Las joyas terribles de Juan Luis Estévez”, en “Juan Luis Estévez (Esculturas
2009-2011)”, “Ámbito Cultural-El Corte Inglés”, Madrid, 2011, pp. 11-17
** Los minerales y cristales fotografiados por Brassai, circa 1930 y que acompañaban el conocido
“La beauté sera convulsive” en “Minotaure”, nº 5, Paris, 1934, p. 11

EL ALARIDO INFINITO
Iba caminando con dos amigos por el paseo -el sol se ponía- el
cielo se volvió de pronto rojo -yo me paré- cansado me apoyé
en una baranda -sobre la ciudad y el fiordo azul oscuro no
veía sino sangre y lenguas de fuego- mis amigos continuaban
la marcha y yo seguía detenido en el mismo lugar temblando
de miedo- y sentía que un alarido infinito penetraba toda la
naturaleza. Edvard Munch*.
* Ulrich Bischoff, “Edvard Munch. 1863-1944. Cuadros sobre la vida y la muerte”, Taschen,
Colonia, 2000, p 53.

·Mohai stone compositions·
JUAN LUS ESTÉVEZ
16 enero_ 15 marzo_ 2015
Centro de Arte Contemporáneo · Cuenca | Museo de Obra Gráfica · San Clemente · Cuenca
PUBLICACIÓN
Obra: Juan Luis Estévez
Textos : Alfonso de la Torre
Fotografías: Juan Luis Estévez
Diseño Gráfico y Maquetación: Begoña de Pablo
Edita: Fundación Antonio Pérez / Diputación de Cuenca
Ronda Julián Romero, 20 - 16001 |Cuenca |Teléfono: 969 230 619 - Fax: 969 211 420
Imprime: Imprenta Provincial · C/ Sargal, 2 16002 Cuenca
Depósito legal: CU 213 - 2014
FUNDACIÓN ANTONIO PÉREZ
Presidente: Benjamín Prieto
Presidente de Honor: Antonio Pérez
Director: Jesús Carrascosa
Gerente: Marta Segarra
Secretario: Cirilo Novillo
Conservadora: Mónica Muñoz
Ayudante de Museo: Mercedes de la Pola
Biblioteca: Santiago López
Administración: Micaela Saiz
Fotógrafo: Santiago Torralba
Diseñadora gráfica: Begoña de Pablo
Equipo de Montaje: Francisco Cortinas, Félix Salmerón
Centro de Arte Contemporáneo. Cuenca
Ronda de Julián Romero, 20 ·16001 · Cuenca
Tel. 969 230 619
Museo de Obra Gráfica. San Clemente
Plaza Mayor, s/n · 16600 · San Clemente · Cuenca
Tel. 969 301 200
www.fundacionantonioperez.es
info@fundacionantonioperez
http://www.facebook.com/fundacion.perez



CV
JUAN LUIS ESTÉVEZ. MADRID, 1960
Diplomado en Escultura, Escuela de Artes Aplicadas, Madrid.
Pintura y Grabado, Academia de Bellas Artes, Florencia, Italia.
Cursos monográficos de Pintura, Diseño gráfico digital y 3D.


EXPOSICIONES INDIVIDUALES



Club Urbis, Juan Luis Estévez. Esculturas, Madrid, diciembre-enero,1985.
Club de golf La Moraleja, Juan Luis Estévez. Esculturas, Madrid, del 1 al 5 de abril, 1988.
Galería Dionís Bennassar, Juan Luis Estévez, Madrid, del 6 al 31 de agosto, 1992.
Galería Dionís Bennassar, Juan Luis Estévez, Madrid, del 10 de mayo al 2 junio, 2001.
Sala de Exposiciones de Ámbito cultural, edificio Callao-El Corte Inglés, Otra vuelta de tuerca,abril, 2011.
Sala de Exposiciones de Ámbito cultural, Bilbao, El Corte Inglés, Otra
vuelta de tuerca, agosto, 2011.
Sala de Exposiciones de Ámbito cultural, Valencia, El Corte Inglés, Otra
vuelta de tuerca, septiembre, 2011.
Sala de Exposiciones de Ámbito cultural, Jaén, El Corte Inglés, Otra
vuelta de tuerca, junio, 2012.
Sala de Exposiciones de Ámbito cultural, Málaga, El Corte Inglés, Otra
vuelta de tuerca, agosto, 2012.
Sala de Exposiciones de Ámbito cultural, Valencia, El Corte Inglés, Otra
vuelta de tuerca, sept/nov, 2012.
Galería Salduba, Zaragoza, Esculturas y obra digital, noviembre-febrero,
2013/2014.
Vuela Pluma Ediciones, Madrid, 7 ejemplares de la pieza Lazo encendido
(Acero forjado) con poemario de Alfonso de la Torre, diciembre, 2013.
Sala de Exposiciones de Ámbito Cultural, edificio Callao-El Corte Inglés,
Juan Luis Estévez. Rojo cereza. Esculturas [2011-2014], septiembre, 2014.
Fundación Antonio Pérez. Centro de Arte Contemporáneo, Cuenca,
Juan Luis Estévez. Esculturas [2011-2014], enero-febrero, 2015.
Museo de Obra Gráfica. San Clemente, Cuenca, Juan Luis Estévez. Obra
sobre papel [2011-2014], enero-febrero, 2015.


EXPOSICIONES COLECTIVAS



Casa Municipal de la Cultura, Estévez y Cascajares. Pintura, Alcobendas,
10-30 de octubre, 1986.
Casa Municipal de la Cultura, 5º Salón Nacional de arte joven, Alcobendas,
1987.
Salón Nacional de Escultura, Valladolid, 1987.
Casa Municipal de la Cultura, 6º Salón Nacional de arte joven, Alcobendas,
1988.
Sala Municipal, Pintura, Colmenar Viejo, 1988.
2ª muestra de Arte contemporáneo en la Calle, Almendralejo, 1993.
American Prints, 16º Supermercado del arte. Acuarelas, Madrid, 1999.
Galería Dionís Bennassar, Ómnibus, Madrid, 10 de agosto-2 de septiembre,
2000.
Estampa, feria de arte, Obra gráfica digital, Madrid, 1-5 de noviembre,2000
DeArte. Feria de galerías españolas, Escultura, Madrid, 8-12 de diciembre,
2001.
Art expo. Feria de arte de Barcelona, Escultura, Barcelona, del 27
junio-1 de julio, 2001.
Galería Dionís Bennassar, Caleidoscopio, Madrid, 7-31 de agosto, 2003
Estampa, Salón del grabado y ediciones de arte contemporáneo, XI edición,
Madrid, noviembre, 2003.
Galería Dionís Bennassar, XV aniversario, Tondo, Madrid, 3 diciembre-
4 enero, 2004.
Galería Dionís Bennassar, XXIII aniversario, Pequeño Gran Arte, Madrid,
enero, 2012.
Flecha 2012. Feria de Arte contemporáneo, Madrid, febrero, 2012
Arteando. Feria de Arte contemporáneo, Irún, julio, 2012.
Galería Dionís Bennnassar, A modo de inventario, Madrid, octubre 2012
Arteabc, Exposición de arte, Madrid, diciembre 2012.
Vuela Pluma Ediciones, Reyes y Reinas, Madrid, diciembre/enero 2014.
Galería Salduba, Zaragoza, Exposición Clandestina de Esculturas, Oct./Nov. 2014
XIV Feria deArte COAM Madrid, Abril 2015